A vísperas de celebrar el bicentenario de Chile, símbolo con el que se identifica a nuestros próceres patrios como vencedores de la tan anhelada soberanía que se obtuvo hace doscientos años atrás , el pueblo de Chile se prepara para conmemorar esta unión como estado y como nación recayente hasta nuestro días. Por eso cabe retroceder en la historia y hacer mero énfasis en la lucha contra las cadenas hispanas que posteriormente no se acogería con la estabilidad política esperada; valiendo la pena detenerse en la figura del controvertido Diego Portales Palazuelos, que tras dicho hito en la retina nacional, dio legitimidad a su discutible solución político independiente.
Quizá muchos reconozcan en él, el fatalito actuar que lo caracterizaba; y que luego dio pie a la solidez que poco abrigaba a Chile en términos políticos administrativos, siempre con una rígida mano dura. Pero ¿no fue gracias a tal propuesta que se dio un paso dispensable hacia una evolución de lo que es ahora nuestro Chile actual, pero que sin embargo, en la conciencia colectiva, aún quedan segmentos vitales por recuperar?
Producto de la renuncia de Bernardo O’higgins al cargo de director supremo, el país se sumió en una profunda crisis política marcada por un intenso período de inestabilidad independiente. Portales, siendo testigo de aquello, no cayó frente a las confusiones fiscales y bancarrota del propio tesoro nacional. Afirmando sin tardanza que las cosas políticas nunca le interesaron a grandes rasgos, pero que como buen ciudadano podría opinar con toda libertad y sin censura los actos del gobierno; proponiendo con dictatorial decisión la meta de reconstruir esta soberanía atesorada por toda la nación, pero mal llevada por los pocos antecesores del cargo principal en el país.
Siendo un excelente estratega, Portales simplificó los ideales de la nación y se anticipó, con una intervención en la crisis económica del tabaco, a las escenas finales del embrollo que atormentaba tanto al país. Puesto que podría decaer como estado y los principales actores de la economía, el proletariado, tomaría antecedentes hacia una nueva revolución. Paradójicamente gracias a la alianza Prieto-Portales, se pudo obtener un nuevo régimen con aires monárquicos y déspotas para finalizar con la anarquía reinante, aferrada a la impersonalidad del gobierno venidero que tanto Prieto como Portales proponían. Obviamente el pueblo lo aceptaría, puesto que sería el vencedor de la batalla de Lircay el velador de éstos, un conservador, un legitimador de las buenos costumbres; además era sólo sector acaudalado quien ejercía el voto - sería una garantía y una base hacia una acelerada institucionalidad -
Es que Portales no dejaría que los ilusos acabasen por pregonar hacia la democracia; posiblemente por ser unos americanos llenos de vicios que llevarían al país al basural de la lacra. No dejaría de ver como el absurdo que los envolvía florecía en son del descontrol y la sublevación desmedida del pueblo, dando indicios de que Chile mismo, como sociedad, como el grupo de civiles que conformaban esta unidad, se comportaban como animales poco soberanos de sí mismo desprendiéndose de su legítima calidad de humanos.
En 1830, por ende, propone la Solución Portaliana como ideal hacia una forma autoritaria de gobernar; en este caso establece la libertad subordinada a las reglas civiles proclamadas por el gobierno. Para resucitar entre las cenizas a Chile con fuerza, vitalidad y la ilusión autárquica que hasta los días de hoy aún es esmerada en el aspecto económico por millones de chilenos y chilenas.
Además de ser el mismo apego a la legalidad, este conservador trajo consigo el amor a la ética y la moral, por medio del sentido racional de cada persona. Integrando conjuntamente la educación primaria obligatoria en el país. Para que Chile pudiese ser hegemonía de su propio país y no ser parte de las riberas que reciben influencias de potencias industrializadas agrandándoles su caudal cuando se acapara modelos alienígenas que no representan nuestra nación. Un claro ejemplo es la evidente contraposición al enmascarado apoyo proveniente de los Estados Unidos con su benévola Doctrina Monroe de 1823, con su lema "América para los americanos", que apoyaba a los americanos en la independencia de la influencias europeas en América ¿para que Chile también sea parte del plan, y transformar a los Estados Unidos en un mercado monopolizado de manera sutil?
Siendo un cegado afán por parte de dicha solución, el promover la República como sistema para adoptar, aunque de la mano de un estricto régimen, en la conformación de la sociedad o la misma "civilización" de la sociedad como lo señala Portales tenía como propósito crear verdaderos modelos de virtud y posterior patriotismo.
Es por esto que, muy a pesar de la sin sombra que dejaba Portales (ocupando sólo un cargo ministerial), que esta alianza llevó a Chile hacia una buena reputación hispanoamericana; demostrando estabilidad y constitucionalidad en su estructura geopolítica. Puesto que Chile se encontraba beneficiado por su ubicación, alejados de las guerras, poseedor del gran extensión del océano Pacífico como respaldo hacia su economía; y en lo administrativo manifestador del equilibrio y compromiso. Porque por muchas influencias de localidades vecinas hacia preocupantes conflictos civiles o vicioso ciclos de inestabilidad, en gobiernos de débil temporalidad, Chile concretó el orden y respeto hacia la constitucionalidad nacional por medio de la misma constitución de 1833.
Con motivo de aquello daré alcance al trabajo propuesto por Diego Portales, de manera abrazadora y fraterna en dicha institucional hacia el poder ejecutivo decaído. Por ser parte de la evolución -y no un retroceso- en esta sociedad chilena; puesto que brindó un sentido de aprendizaje que políticamente aún se podría seguir adquiriendo.
Porque ahora que nos encontramos en el siglo XXI, Chile entre otras fronteras destaca ante los ojos extranjeros, debido a que hace ciento ochenta años atrás un personaje insigne estableció la seguridad, la estabilidad y el afán de emprendimiento por alcanzar una calidad de excelencia.
Pero aún quedando con un sinsabor en mis palabras, me es delirante ver que Chile aún no sabe lo que es la libertad, pues a golpes y opresiones concibe entender como sociedad.
¿Qué pasaría en la pupila de un Diego Portales resucitado en la actualidad? Si tan solo el vasto desconsuelo no llenaría el deterioro de la cultura marchita en el tiempo; y que como la juventud con suspiros neoliberales aún no comprende el sentido de libertad, de igualdad; y una vez mas recaeríamos en la represión y no hubiésemos comprendido nada, como en el tiempo de Pinochet donde caímos en la fuerza del poder que en el de las palabras.
Y es que no se reconoce ley, sino que sólo se teme a la sentencia por arrancar un poco de tiempo a la propia "libertad"; puesto que si la vida en la cárcel que conlleva un ladrón no tiene real garantía de la reflexión hacia lo que se hizo.
Si tan sólo sincronizáramos este avance explosivo de las tecnologías que nos invaden, provenientes de países de mayor capital, con aquella democracia que se buscaba valorar en tiempos anteriores; podríamos incluso emprender hacia la "Utopía" de Tomás Moro. Adjudicándole ante todo el principio de soberanía y libertad sin descuidar le esencia humana que protege todo derecho natural; desde la identidad de este pueblo chileno y la conversión de este estado-nación que tanto nos une.
Pues bien, si nuestra incesante meta aun es progresar, deberíamos aferrarnos a ese sincretismo de enseñanzas y demostrar un representatividad bien lograda, dejando incluso al subdesarrollo como parte del pasado y renovarnos hacia sistemas manufactureros que hagan emprender a este maravilloso país como la buena inversión de nuestros propios recursos naturales aplicándoles una tecnología que suba el valor de nuestras ventas, aunque por ahora faltase una revolución industrial nueva para fabricar productos en serie y así los costos de inversión no sean tan desiguales como en otras potencias.
¿Pero cómo llevar a cabo este proceso tan esperanzador? Sólo el autogobierno con sinceridad trae consigo la orgullosa libertad acreditada que podríamos tener -claro sin sobrepasar la del otro, pues es allí donde se termina la nuestra-. Y es que estamos unidos por medio de este contrato social, proclamación literaria de la propia soberanía, para surgir como nación y como los infaltables poseedores de ese amor eterno hacia la patria.
Aunque antes que toda ilusión, habrá que llevar consigo la legitimidad a flor de misma piel y la representatividad honesta a favor del espíritu del progreso, el emprendimiento y la estructura. Luego de aquello no habría por qué callar.
"Que la ley que hace uno, proceda con honradez y sin espíritu de favor. Que la ley no sirva para otra cosa que no sea para producir anarquía y la ausencia de sanciones" Diego Portales, 1834
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