jueves, 6 de enero de 2011

"Bicentenario de Chile, nada que celebrar" por Sujey Aguilera 4ºE Colegio Piamarta



Hemos visto este “eslogan” en protestas universitarias a favor de ciertos acontecimientos que han ocurrido este último tiempo en nuestro país. Pero que no se malentienda, no es un acto anárquico, es una denuncia masiva contra el Gobierno.

Acabamos de celebrar el bicentenario de nuestro país. Lo más probable es que algunos compatriotas sigan festejando el denominado “cumpleaños de la independencia de Chile”, y que otros estén recibiendo las consecuencias de tan magna celebración. De todas formas fuimos pocos los que no festejamos, no por una reacción de antipatriotismo, sino más bien porque estamos absortos en que no hay mucho que celebrar (Bicentenario de Chile, nada que celebrar).

El país está divido, como ya sabemos, en clases sociales, colores políticos, religiones, clubes deportivos, etnias, entre otros. Desarrollaré todas estas posturas más adelanté, pero me detendré en esta última para instruirlos en este tema que a muchos no les debe interesar, pero debería hacerlo, ya que son nuestros propios antepasados los que están involucrados.

Hemos visto este último mes que coterráneos mapuches han iniciado una huelga de hambre. Son 32 presos políticos en las cárceles de Concepción, Lebu, Angol, Temuco y Valdivia, de los cuales 22 de ellos llevan más de 70 días en esta sumida lucha que no cesará hasta que se llegue a un acuerdo con las autoridades. Quizás no sepas qué es un preso político o te han dado una mala impresión de ello, pero lo aclararé en caso de que estés en un error. Dicho sujeto es cualquier persona física que se mantenga en la cárcel o detenido porque sus ideas supongan un desafío o una amenaza para el sistema político establecido. De esto se pueden deducir dos posturas; la primera es que estos personajes han cometido un delito contra la nación y deben ser castigados por ello, y la segunda, y la cual yo apoyo, es que muchos de ellos pueden haber sido acusados injustamente, solo para callar su “rebeldía”. ¿Será posible?

Se sabe que los pascuenses no se sienten con nacionalidad chilena, ni ligados a nuestro país, ya que, y casi igual que los mapuches, reclaman que sus tierras han sido ultrajadas por las autoridades de nuestro país. Esto no es motivo suficiente para cometer delitos contra la propiedad privada de nuestros conciudadanos o para atacar oficinas públicas; pero si indagamos más en el tema, nos daremos cuenta que lo que ellos piden no es una expropiación de tierras “chilenas”, que a ellos les pertenece como cultura, sino que solo desean gobernarla en conjunto al Gobierno. De todas formas esto no les parece justo a las autoridades de hoy en día, y es por eso mismo que el pueblo Rapa Nui ha amenazado con independizarse de Chile.

Por otro lado tenemos al pueblo Mapuche, el cual desde el siglo XX ha manifestado su descontento con la división del territorio que ha realizado el Estado, lo que ha traído serias consecuencias en ambos bandos; hasta llegar hoy en día en un paro que ha durado casi 2 meses. Con esta huelga que ha durado 70 días el pueblo mapuche reivindica al gobierno chileno que atienda, de forma "seria y comprometida", sus demandas en lo relativo al derecho a la tierra, el agua y a la consulta previa libre e informada en casos de intervenciones en el territorio mapuche, consensuando soluciones duraderas. Al mismo tiempo los presos mapuches denuncian también el tratamiento humillante que reciben cuando son encarcelados, padeciendo aislamiento, dispersión y relegación a centros de detención de difícil acceso para familiares y abogados. Entonces, ¿no será mejor realizar un acuerdo con las etnias que reclaman la expropiación de sus tierras, y de esta forma evitar las constantes peleas que generan estas mal interpretaciones?

Esto es por una parte el mayor motivo de no celebración de este bicentenario. Pero quedan otros. Por ejemplo, las clases sociales en nuestro país y el gran problema económico que presentan los últimos en nuestra escala de organización piramidal, los pobres. Chile es un país muy rico en cuanto a materia prima y mano de obra, pero su economía, que ha ido creciendo en los últimos años gracias a las exportaciones del cobre, presenta un problema a la hora de la distribución de los ingresos. Cada día festivo importante (ya sea dieciocho de septiembre, navidad o año nuevo) el empleador debe darle un “aguinaldo” a sus trabajadores asalariados, que consiste en un pago especial, constituyendo un salario más a las doce mensualidades correspondientes a un año. Este pago puede ser monetario (dinero) o en especies (mercadería). En su ideal manera de ser constituido, esto debe ir aumentando su valor en el tiempo (en consecuencia de lo cara que está la vida últimamente) y debe ser un consenso entre benefactor y beneficiario; lo cual no está ocurriendo en todos los trabajos; es más, se ha llegado a bajar la cuota de este, sin el acuerdo de ambos, o solo hacen llegar la denominada “canasta familiar”, que no ayuda en mucho si lo pensamos bien, esto es porque solo trae lo necesario para una cena, pero no considera la carne o ensaladas que llegan a ser lo más costoso en estas festividades, sin considerar que la canasta no sabe lo que les falta para comprar a esas familias.

Es verdad si que esto es solo para ayudarles a disminuir los gastos en estos días, pero ¿no sería mejor darles el dinero y que ellos vieran lo que compran con ello? En consecuencia de esta tránsfuga y rara delimitación del aguinaldo, es que las personas de estratos bajos se endeudan con las tarjetas de crédito que suponen una mejor manera de solucionar el problema. ¿Cómo acaparar los gastos de esta festividad sin dejar de consumir y de “pasarlo bien”?. Desde mi punto de vista esto no es nada más que otra obra dañina para embaucar al proletariado y conseguir más riquezas para ellos mismos de los que “cortan el queque” en nuestro país, los mismos que les dan trabajo y un poco aguinaldo y salario a los desamparados, los mismos que son dueños de las multitiendas y controlan las tarjetas de crédito y los mismos que dirigen los medios masivos de comunicación (en donde se promocionan las grandes tiendas). ¿No crees tú?

También está el tema de los colores políticos, de las religiones, los clubes deportivos y un sinfín de categorías en las cuales se divide Chile, que solo contribuyen a debilitar nuestro país y hacernos caer aun más en un desamparo profundo y una poca dependencia de nuestro país. Si nos ponemos a pensar, cada vez que un compatriota visita otro país de habla hispana existe más de un 90% de probabilidad de que él llegue hablando con el acento de dicha nación, todo porque no estamos seguros de lo que somos, cambiamos constantemente nuestra lengua y forma de comunicarnos, recibimos mejor y los tratamos así, a los turistas europeos y norteamericanos, y ahuyentamos y rechazamos a nuestros propios antepasados, todo por un hecho de inseguridad nacional, que nos lleva hoy a una parte de la población a no celebrar nuestro primer paso a la independencia de España, nuestra “Primera Junta Nacional de Gobierno” en un cabildo abierto el 18 de Septiembre de 1810.

En síntesis, quiero reiterar que la tajante determinación de no celebrar este bicentenario NO constituye de parte nuestra una expropiación de esta nación, es solo una lucha activa, silenciosa y personal de algunos compatriotas, que no estamos conformes con la manera de resolver los asuntos públicos y masivos que comprometen a Chile entero, por parte del Gobierno actual. Necesitamos de la mano dura que prometieron en su campaña electoral, para ser decididos y convenir un acuerdo de paz para las etnias y uno de justicia para los pobres. Ya es posible que durante tantos años nos estemos convirtiendo en los mismos contra los que luchamos hace ya doscientos años, unos opresores que le quitaron su propiedad a los que en el ayer nos defendieron, las etnias aborígenes; de hecho, no podemos darle la espalda a lo que somos, unos trabajadores más de este país, ni a los que están indefensos y vulnerables a los abusos reiterados de los acomodados (pobres). El trabajo del Gobierno es ayudarlos a salir adelante y a no estancarse en la pobreza y mucho menos en la delincuencia. Pero esto es una utopía. ¿Cómo podrá existir un pacto entre las etnias y el Gobierno, si estos últimos son los mismos dueños de las grandes empresas que ahora son los “dueños legítimos” de dichas propiedades? O ¿cómo les ayudará a surgir a los pobres el Gobierno, si estos últimos tienen una relación inversamente proporcional entre sus riquezas y las de los desamparados?

No, señores, yo seguiré con mi pelea continua contra el opresor, aunque consideren que mis argumentos no sean los adecuados o suficientes y aunque esto suponga la no participación en mi país. Las preguntas quedan abiertas y las reflexiones a merced y propia conciencia del lector.

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